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martes, enero 28, 2025

“Que el hombre sepa que el hombre puede”: Se cumplen 40 años de la hazaña que cautivó al mundo

Hace 40 años, un 14 de julio, cinco argentinos concretaron una hazaña inolvidable: cruzar el Océano Atlántico en una balsa de troncos sin timón, solamente impulsados por el viento y las corrientes marinas. El ideólogo de la Expedición Atlantis es el dolorense Alfredo Barragán

El ideólogo de esta proeza es el doctor Alfredo Barragán, quien fue el capitán de la Expedición Atlantis, considerada mundialmente como una de las más impactantes travesías náuticas, quien en la actualidad en su Dolores natal, sigue hablando de la balsa con el entusiasmo de siempre.

“Comenzó como una inquietud en un grupo de deportistas, amantes de la naturaleza, amantes de las montañas, de los mares, de los ríos, apareció un objetivo científico, demostrar que el hombre africano pudo venir a América tres mil años antes de Colón y todo eso era más que suficiente, pero en realidad Atlantis trascendió a ese propósito y fue más allá.”

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Lo que para muchos parecía una locura, se convirtió en una fuente de inspiración.”Llegó a la gente, al que no le importa la parte deportiva, al que no le importa la parte científica, antropológica, llegó como un voto de esperanza, como un soplo de alegría, de fe, de que el hombre puede, de que se puede soñar, se puede creer en los sueños y conquistarlos, con mucho esfuerzo por supuesto, que es el gran secreto, con planificación, con perseverancia. Atlantis demostró que todos los imposibles dejan de hacerlo cuando se hacen las cosa bien.

Alfredo creció en esa ciudad en medio de la llanura donde no había mares ni montañas, pero vivía leyendo a Julio Verne, Emilio Salgari y Daniel Defoe, autores de novelas de aventuras  “Yo soy así desde que nací, soy un soñador y un luchador. Esa conjunción da estos resultados. Ya antes de Atlantis había hecho otras cosas, había navegado el río Colorado, había hecho el Aconcagua, cosas que para mi edad eran muy importantes. Después de Atlantis siguieron otras veintinueve expediciones en cincuenta años, en cinco continentes. De modo que no es que Atlantis me cambió, Atlantis me afirmó en lo que soy, me dio la razón.”

“Tomé conocimiento casualmente que hombres de raza negra habían llegado a América, a la cultura olmeca. Pero los científicos no atinaban a esclarecer por dónde llegaron, cómo llegaron, porque habrían llegado tres mil años antes de venir Colón. Entonces afirmaban que no podía ser, que esto era imposible, que si bien eran hombres de rasgos negroides, africanos definitivamente, no atinaban a afirmar por dónde podían haber venido, hablaban del Estrecho de Bering, hablaban de cualquier cosa menos la posibilidad de la migración transatlántica, o sea, cruzando el Atlántico”.

“Yo me lo pasé estudiando la historia de la navegación y cosas por el estilo sabía de la existencia de las balsas africanas, muy parecidas a la balsa americana y a la balsa australiana, y creía que esas balsas eran capaces de cruzar. Expuse esta teoría en el Museo de Antropología en México y la comunidad científica no creyó en mi teoría. Entendió que era imposible cruzar con una balsa sin timón, troncos atados con cuerdas vegetales, que esa balsa se iba a hundir, se iba a desarmar el medio del mar, que era imposible. Así que me convencí más que nunca que había que hacer una balsa, había que cruzar.”

Junto a sus compañeros del CADEI (Centro de Actividades Deportivas, Exploración e Investigación), un grupo de deportistas amateurs armó la tripulación y les contagió su amor por el proyecto. Ellos eran Jorge Iriberri (el Vasco), Horacio Giaccaglia, Daniel Sánchez Magariños y Félix Chango Arrieta. 

“Trabajamos cuatro años armando en el proyecto, consiguiendo los troncos, trayéndolos a Argentina, construyendo la balsa en Mar del Plata. La familia Contessi nos abrió las puertas del astillero y allí llegamos el 10 de noviembre del 83, con los troncos, las cuerdas, las cañas, para construir una balsa similar a las de 3500 años atrás. Durante cinco meses trabajamos allí y todo el mundo nos ayudó, deportistas, navegantes, vecinos, entre todos, entre miles hicimos la balsa. Luego fue transportada a Canarias frente a la costa de África y de ahí partimos el 22 de mayo de 1984″.

La balsa de 13,6 metros de eslora por 5,8 de manga tenía un mástil de 6,5 metros de altura y una vela fabricada con telas de la vieja Fragata Libertad. Sobre los troncos solo una pequeña caseta de cañas y techo de paja. las provisiones eran 60 bidones de agua, 27 barriles de comida, un botiquín médico y numerosos rollos de material cinematográfico para filmar el viaje.No existía internet, no existía la telefonía celular. “Estábamos solos en el medio del mar y sin timón. Solo contábamos con una precaria comunicación por radio con un equipo de radio aficionado.”

La travesía duró 52 días, navegando sin poder hacer ningún tipo de maniobra, solo dejandose llevar por el viento y las corrientes marinas, y orientandose por las estrellas.”Es la llamada navegación astronómica, durante 12.000 años el hombre navegó en base a esto, luego se inventó el GPS. Claro, es engorroso, Magariños estaba dos horas por día haciendo sumas, restas y multiplicaciones para determinar dónde estábamos”.

Durante un mes y medio fueron solo ellos cinco, la balsa y el mar imponente. “De pronto, como un fantasma, un barco, al fin, hacía 45 días que no veíamos a nadie. Comenzó a llamarnos por radio, preguntaba si esta era la balsa que había salido de África. Me apuré a contestar y pedirles que nos dijera si estábamos al suroeste de Grenada. Y luego de un silencio, la voz que nos decía: Bienvenidos a América!. Un momento mágico, soñado, cuatro años, y navegando sin timón, en base a estudios previos, tuve razón y bajamos la vela a ochenta o cien metros de la boca del puerto de La Guaira, que yo había dicho que era nuestro destino.”

De esa magnífica epopeya también quedaron cientos de anécdotas, algunas muy particulares. “En ese entonces no existían las pantallas solares o cremas por el estilo. Pero un laboratorio estaba inventando algo de ese tipo. Nos ofrecieron, lo tomamos. Un ungüento para ponerse en la piel, porque los médicos nos decían que nuestro principal enemigo iba a ser el sol, no el mar. Cuando comenzamos a bajar de latitud acercándonos al Ecuador aumentó la temperatura y empezamos a quemarnos muy mal, entonces buscamos esas cremas famosas que nos habían dado y no las encontramos, las habíamos olvidado.” 

“Y un día que estaba yo picando un salamín para hacer una picada, me engraso las manos y de pronto me doy cuenta, cuando me iba a lavar que había desaparecido, no estaba más, había sido absorbida. Y entré a tocar los restos de grasa que habían quedado en el plato y a ponerme en la piel, me di cuenta que la chupaba. Ahí me dí cuenta que funcionaba como humectante. La cuestión es que le sacamos la grasa a una docena de chorizos y nos untamos con ella durante una semana hasta que nos bronceamos y ya luego la piel se protege de otra manera. La grasa de los chorizos nos salvó.”

Tantos días en el agua y con miles de peces pasando por debajo de ellos no les trajo sin embargo suerte con la pesca. “Llevamos dos líneas en el agua, con todo tipo de carnadas y señuelos durante toda la travesía, cincuenta y dos días. No tuvimos un solo pique. La única presa que tuvimos la cazó el Vasco, que fue campeón de caza submarina, con un arpón de mano. Es decir que la comida la llevábamos, estaba previsto y no tuvimos privaciones, pero si hubiéramos querido sobrevivir comiendo del mar, no hubiéramos tenido suerte.”

Hubo también un detalle que no es menor: un tripulante que no sabía nadar. “Al camarógrafo yo lo conocí embarcado, en embarcaciones precarias, filmando ballenas y delfines en la península de Valdéz. Jamás me imaginé que no sabía nadar. La cuestión es que al tercer día de navegación vimos que el Chango Arrieta andaba un poco inseguro moviéndose a bordo y yo entré a dudar. Cuando lo apuramos un poco, dice: Bueno, está bien, no sé nadar. Terrible momento, no sabíamos qué hacer con él, no podíamos bajarlo, había que cuidarlo todo el viaje. Pero nos tapó la boca, porque se movió con una dignidad, con una soltura, con una actitud a bordo como si supiera.”

Luego de la repercusión mundial que significó la travesía, Barragán y su equipo no podían dejar abandonada a su amada embarcación. Volvió a Mar del Plata y fue recibida con algarabía. Durante un tiempo fue exhibida sobre las rocas que rodean al Torreón del Monje, esperando que las autoridades cumplieran con destinar un lugar digno para que se la pudiese visitar. Eso nunca ocurrió, y finalmente siguió navegando, esta vez contra el olvido.

“La balsa está en Dolores, está en un depósito, está cuidada, está esperando que se concrete el Museo Nacional de la Exploración que es nuestro proyecto. Nuestra Asociación CADEI es la que impulsa el proyecto del museo que rescate la historia de los descubrimientos geográficos. Para comenzar tenemos nuestras treinta expediciones, en cincuenta años, en cinco continentes. Cruzamos el Caribe en kayak, cruzamos la cordillera en globo, subimos el Aconcagua, el Kilimanjaro en África, el Mont Blanc en los Alpes, estuvimos en el Everest en Asia, buceamos en varias bases antárticas.”

“Bueno, con ese material comenzará el museo. El proyecto está aprobado a nivel nacional, provincial y municipal. Para hacerlo en Dolores, que hoy es un buen destino turístico, por donde pasan veinte millones de personas por año. Solo falta que se libren los fondos para poder hacerlo. Cada vez que hay un cambio de gobierno aparecen nuevas posibilidades y estamos en plena lucha para concretarlo. Y somos entusiastas convencidos que lo vamos a lograr.”

“Yo vivo convencido que vivir es precisamente construirse a sí mismo. Si vos te imaginás astronauta, te imaginás pianista, te imaginás docente, tenés que construir el astronauta, el pianista o construir el docente. Aprendiendo las técnicas, practicando la cosa, haciéndote mas capaz, hasta que digas siento que realmente hoy soy lo que soñé. Eso es lo que he hecho, vivo convencido de ello. No espero nada del destino, entiendo que lo que quiera, lo tengo que conquistar, lo tengo que hacer, para eso me voy a tener que esforzar, capacitar, formar, perseverar, encontrar aliados, armar equipos poderosos y todos los imposibles dejan de serlo. Eso es lo que me enseñó la vida. “

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